El portentoso pianista chino Lang Lang presenta su precoz autobiografía en su gira española A muy pocos pianistas la mítica marca Steinway & Sons les ha ofrecido bautizar un instrumento tan valioso. Sólo uno da nombre a las deportivas de una multinacional, ha tocado en el mundo virtual de Second Life y es embajador de buena voluntad de Unicef. El mismo que tocó para una audiencia planetaria en la apertura de los juegos de Pekín y en la entrega a Obama del Nobel de la Paz. Con 27 años, el chino Lang Lang (Shenyang, 1982) es uno de los grandes genios vivos de la música clásica. Su asombroso talento y la férrea disciplina inculcada por su tiránico padre le han abierto el camino del Olimpo. Hace honor a su nombre, que significa ‘brillante y luminoso’.
Acumula elogios desde que, con cinco años, dio su primer concierto. Todas las grandes batutas –Barenboim, Mehta, Rattle– le han dirigido, y se lo rifan las mejores orquestas. Ahora viene a España para ofrecer una gira y, de paso, presentar su autobiografía, ‘Un viaje de miles de kilómetros’ (Alba) y su primera grabación de cámara, los tríos de piano de Tchaikovsky y Rachmaninov que ha registrado junto a Vadim Repin y Mischa Maisky para Deutsche Gramophon.
Aterrizó ayer en Barajas a la cuatro de la mañana, seis horas después de lo previsto. Pero nada mina la contagiosa sonrisa y el entusiasmo de Lang Lang. Mantuvo su agenda, incluida su cita con la prensa antes del ensayo, y regaló unos minutos de su sublime talento. Alternando dos pianos, atacó piezas del repertorio en España, en los que por primera vez incluye pasajes de ‘Iberia’ de Albéniz. Cuando suena la popular ‘Tarara’, Lang Lang sabe que se aproxima al alma de una música «que he estudiado en los últimos años, que admiro mucho y que es tan bella como difícil».
Rendido admirador de Alicia de Larrocha, Lang visita España regularmente. Aún no está repuesto de la impresión que la causó asistir en 2003 a una corrida de toros. Adora el jamón, la única palabra que pronuncia en nuestro idioma, además de «hola».
«Tocas como un samurai»
Hijo de actriz y músico «reeducados» y de carreras truncadas por la revolución cultural, Lang Lang ha llevado una vida «novelesca». Desde los tres años su padre, violinista militarizado, lo sentaba al piano cada amanecer. A los cinco ofreció su primer concierto. Dejó a su madre –telefonista a la fuerza– para estudiar en Pekín bajo la férrea tutela de un padre que, cuando fue rechazado por el conservatorio, le invitó a suicidarse saltando por un balcón o atiborrándose a pastillas. Su primera profesora no supo ver aquel diamante en bruto: «Tocas como un samurai japonés que se suicida al final», le dijo. Tras aquel rechazo, no tocó el piano ni habló con su padre en meses. La maestra rectificó a tiempo y el padre se disculpó. «Sólo quiero que estudies». Lang cumplió.
Saltó a Estados Unidos para acabar su formación. Con 17 años pasmó a la crítica de Chicago al sustituir a un indispuesto André Watts. Aquella noche se encendió la rutilante estrella que es hoy con sólo 27 años. Su autobiografía cuenta de esa vida dura y difícil dirigida por un padre que él califica de «muy insistente» y otros de déspota. Sabe Lang que se ha perdido muchas cosas, pero no se arrepiente de nada. «Soy un niño grande y feliz», sonríe.
Para Lang, la clave «está en el trabajo y la disciplina. «Son más importantes que el talento o la suerte». Responsable de una fundación infantil, le encanta tocar a cuatro manos con los peques y defiende que «la música puede hacer mucho por los países en desarrollo». «Sirve para romper barreras y luchar contra la malaria o el sida».
Para este genio carece de mérito controlar un repertorio tan amplio como variado y complejo. «Los músicos somos como los actores. Como ellos cambian de papel, nosotros de partituras y compositores».
De gira con Ta Dun
El repertorio de Lang Lang para esta gira incluye por primera vez piezas de Albéniz en un programa que completan Beethoven y Prokofiev. Ayer ofreció el primero concierto, en el Auditorio Nacional junto a las Juventudes Musicales. Sigue por Barcelona (hoy), Zaragoza (el jueves, 21), Valencia (24) y Pamplona (26). Cierra el periplo con su regreso al Auditorio Nacional los días 29, 30 y 31, junto a la Orquesta Nacional de España y bajo la batuta de su amigo y compatriota Tan Dun, el compositor que ganó un Oscar por la banda sonora de ‘Tigre y Dragón’ y el ambientador musical de los Juegos de Pekin.
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