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¿Cómo será el trabajo en el futuro?


Es más fácil pronosticar cómo será el mundo dentro de 25 años que en 2015, dice Nassim Nicholas Taleb. La mayor parte de las cosas que tienen más de 25 años entre nosotros seguirán aquí, imposible saber cuál de las novedades sobrevivirá, afirma el autor del Cisne negro, un genio de la ciencia de las probabilidades.

En 2035 seguirá habiendo bicicletas, camas, automóviles, hotcakes y huevos revueltos. No echaremos de menos a los abogados, prostitutas, médicos, políticos, recolectores de impuestos, líderes religiosos, masajistas y estrellas del deporte. Imposible saber qué pasará con las TV de plasma, los coches híbridos, los ‘twitteros' y los diseñadores de Apps para tabletas electrónicas.

El trabajo del futuro será más flexible e inestable. Crecerá el número de personas que laboren en horarios nocturnos y durante los fines de semana. Las oficinas serán cada vez más un concepto virtual que un espacio físico. El dominio de idiomas y las tecnologías de la información será lo mínimo indispensable.

Para algunos, la capacidad para trabajar con una persona que está en otro continente será una de las asignaturas de todos los días. El tener robots como compañeros laborales, parte de la normalidad.

Parece lejano, pero el futuro está aquí y nosotros estamos en otra cosa. México discute su reforma laboral para poner al día un reloj que se descompuso hace varios años. El ejercicio legislativo no se hace para poner un pie en el futuro, sino para dar cuenta de lo que ha pasado en las últimas cuatro décadas: regular el outsourcing; proteger un poco los derechos de las mujeres que trabajan; prohibir el hostigamiento y el acoso sexual; prever el pago por medios electrónicos y considerar el trabajo doméstico.

En sus propuestas, ni el PAN ni el PRI hablan de la posibilidad de que el patrón radique fuera de México y pague en otra moneda diferente al peso. Tampoco hay una referencia a las nuevas tecnologías y enfermedades asociadas a ellas, por ejemplo, el estrés y toda su familia de padecimientos mentales.

Hay una preocupación legítima por evitar que el siglo XIX regrese. Así hay que entender el énfasis en la prohibición del trabajo infantil. Hay ganas tímidas de incorporar conceptos que se impusieron en todo el mundo civilizado a mediados del siglo XX, como la democracia laboral, a través del voto libre y secreto.

En descargo de nuestros legisladores, hay que decir que la reforma laboral de México es contemporánea de iniciativas de España y Puerto Rico. Allá también luchan por darle mayor flexibilidad a un marco legal que se volvió esclerótico.

El mundo laboral es un laboratorio donde se pone a prueba el trabajo legislativo, pero también el sistema educativo. El mercado de trabajo requerirá expertos en robótica y creará oportunidades para oficios tan sofisticados como cloud controller, expertos en manipular las nubes para combatir los efectos del cambio climático.

Profesiones como la medicina incorporarán nuevas tecnologías, los cirujanos trabajarán con órganos producidos mediante la biotecnología y la robótica. Más allá, los médicos deberán lidiar con las realidades provenientes de la sociología y la demografía: los geriatras estarán in en la medida en que envejece la población.

Los pediatras tendrán menos demanda, como consecuencia de una estabilización a la baja en las tasas de natalidad.

El futuro está aquí, lo malo es que está mal repartido, escribió William Gibson, autor de clásicos de la ciencia ficción como Neuromante. ¿Cómo no estar de acuerdo con él?

Tenemos miles de niños que estudian en aulas que no reúnen las mínimas condiciones de higiene y de seguridad. Al mismo tiempo, hay otros miles que tienen el privilegio de utilizar las mejores prácticas internacionales.

Tenemos déficit de infraestructura física, pero también de soft infraestructure. Nos enfrentamos a una realidad del siglo XXI con argumentos del siglo XX.

Hace unos días, en Querétaro, en un encuentro de pedagogía, un profesor inglés presentó un aula con pizarrón inteligente.

Los niños tienen un avatar que estudia en una versión pedagógica de Second Life. Eso no ocurre en una película ni en un libro, sino en la vida real de un país (Inglaterra) que está a menos de 10 horas en avión. El futuro pertenece a quienes son capaces de verlo venir, dice una canción de David Bowie. En ésas estamos. El futuro pertenece a quien es capaz de resolver el pasado, podríamos completar.



via Luis Miguel González